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miércoles, 14 de febrero de 2007

Poesía y Tiempo


Me gustan los temas de literatura que permiten dar salida a reflexiones sobre el hecho estético, sobre la creación literaria, sobre la poesía. Estos días tenemos un tema atractivo entre manos: la etapa sensitiva de Juan Ramón Jiménez, en especial aquella poesía anterior a Diario de poeta y mar (1916) vestida de inocencia sin estar recubierta por los ropajes del modernismo. Trabajamos sobre todo Arias tristes, Baladas de primavera, Poemas agrestes y Platero y yo. Procuro primero intentar acercarles al hombre que fue Juan Ramón: su infancia solitaria de niño hipersensible que escuchaba desde su jardín el canto melodioso de los pájaros, la fuente que borbollaba en el huerto, las notas de algún piano, las campanas de la iglesia, los ladridos de los perros, los aires de fiesta de alguna verbena … Era un mundo todavía no invadido por los estrépitos electrónicos o mecánicos; quiero evocar al niño que observaba hechizado el color de la luz del sol entre las hojas de los árboles o el resplandor de la luna que se reflejaba en el estanque del parque cercano a su casa. Quiero acercarles a aquel joven esteta que era poseído por un mundo de sensaciones y estaba fascinado y atemorizado por la muerte. De ahí sus paseos obsesivos por el cementerio buscando los nichos de los niños muertos. La muerte y el paso del tiempo vertebran toda su poesía. Su ansia de Belleza y Conocimiento van unidas al ansia de Eternidad. Le compungía y asustaba la fugacidad de las cosas…

Su poesía se fue progresivamente desnudando de todo lo anecdótico y sentimental para convertirse en esencial, depurada, en poesía de raíz intelectual. Esta es más difícil de entender a los adolescentes. Les hablo del encuentro con aquella mujer extraordinaria que fue Zenobia Camprubí Aymar y el giro consiguiente que dio su poesía. Pero el comentario se centra en los primeros libros que he señalado. Está bien como aperitivo para penetrar en el mundo poético de uno de nuestros mayores poetas, si no el mayor de todos ellos. La introducción de los adolescentes en la poesía veo que requiere tiempo. A veces pretendo acelerar la clase para cubrir el programa y avanzar pero ellos me piden tiempo para comprender y sentir. Hay momentos en que la clase se hace densa y el silencio es espeso. Tienen ganas de participar y abren sus oídos prestando total atención. Pero el profesor está urgido por el tiempo, por la materia a explicar y entonces surge el pragmatismo –esa urgencia utilitaria que tanto deploró Julio Cortázar- y rompe el hechizo. Mis alumnos protestan. Quiero hacerles producir y analizar, cuando ellos lo que quieren es sentir, convertir la clase de literatura en un espacio de dimensión mágica.

Este es el resultado que ha dado mi inmersión en el mundo poético. Les ha gustado tanto que es difícil hacerles ir al taller a fabricar, a mancharse las manos… Les veo deseosos de escuchar poesía, de hablar sobre ella sin hacer demasiados ejercicios, sin copiar (norma básica del centro) los enunciados.

Es una delicia empezar las clases leyendo a Walt Whittman o a Juan Ramón Jiménez, pero después ¿quién se pone a trabajar? En esas estamos.

9 comentarios :

  1. Querido amigo:
    Me haces recordar lo mejor de mi infancia con Platero y yo...
    Gracias

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  2. Es la disyuntiva con la que nos debatimos todos. Creo que tenemos que evitar culpabilizarnos por no acabar los programas, si lo que logramos es, como tú dices, crear un ambiente mágico en torno a los textos.
    Debería primar el sentido común en la enseñanza de la literatura. Enseñar a saborearla, a disfrutarla.

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  3. Ante un dilema se pude escoger tirar por el camino de en medio, pero no sé muy bien cuál es en tu caso. Sólo recordar el poema de JRJ: “No le toques ya más, que así es la rosa!”

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  4. Si les puedes enseñar a amar la poesía, ¿qué más necesitan saber?


    Leer mi Libro abierto

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  5. Tienes todo mi respeto si consigues que los chavales aprecien la poesía.

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  6. La justa reivindicación del valor de Juan Ramón se la había leído a otro grande de las letras también relegado al olvido y que ahora se recupera poco a poco: Max Aub.
    Aparte de varias menciones en sus 'Diarios', en 'La Gallina Ciega' dice: 'Si sobre los poetas inconformes de mucho después de la guerra civil cayó la gran sombra de Antonio Machado, sobre nuestra generación hay dos imborrables: la de Juan Ramón y la de León (Felipe)'.
    En toda la obra evocativa de Aub hay verdadera indignación por el olvido a que fue sometida la poesía de JRJ posterior a 1939. Quizá algunos de nosotros seguimos leyendo a nuestros alumnos ese Juan Ramón mutilado al que habría que revestir de mayor dignidad.
    Gracias, Joselu, una vez más, por suscitar tan jugosos debates entre nosotros y tan suculentas lecturas entre tus alumnos.

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  7. No sé que me pasa con los blogs que me gustan, que me dejan sin palabras, después de leer algo que me gusta, lo menos adecuado es leerme a mi...

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  8. JRJ tradujo el silencio. A partir de ahí, no sólo es difícil ponerse a trabajar, sino simplemente "ponerse a" cualquier cosa, lo que sea. Su revelación es de tal naturaleza que, al menos a mí, tan propenso al abuso de la palabra, me enmudece. ¡Y cómo se lo agradezco! Hay poetas mayores y menores. Y "un" poeta. Éste es JRJ.

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  9. Me da un poco de corte dejar comentario teniendo en cuenta que soy un simple alumno, pero no me puedo resistir. Solo decir que desde que me enteré de que a los burros les explota el estómago soy mucho más feliz ^.^ Platero es tan blandito y suave... ¿Quién necesita novia?

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