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sábado, 28 de octubre de 2006

Bodas de sangre


Esta es la famosa tragedia de Federico García Lorca que le llevó a la fama y al reconocimiento en el mundo teatral. De hecho, es la obra que le permitirá por fin independizarse económicamente de sus padres, tras la vuelta de su periplo americano. En efecto, Bodas de sangre fue escrita en 1932 y estrenada el 8 de marzo de 1933 en el teatro Beatriz de Madrid con un éxito impresionante por doquier que fuera representada, sea en España o Hispanoamérica.

Lorca declaró en 1933: “Creo, sinceramente, que el teatro no es ni puede ser otra cosa que emoción y poesía, en la palabra, en la acción y el el gesto”. Esto es en definitiva esta tragedia rotunda que constituye Bodas de sangre: emoción y poesía que sigue llegando a los lectores y espectadores adolescentes de hoy en día.

Tengo por costumbre, en cuarto de ESO, leer colectivamente, dramatizando en la medida de lo posible, la obra de Lorca. Su lectura nos lleva unas tres semanas, a lo largo de tres sesiones o cuatro. La experiencia no puede ser más estimulante porque los alumnos, especialmente las chicas, quedan prendados y prendidos por este bellísimo texto dramático, de desnudez enteramente clásica.

En él se enfrentan las dos fuerzas antagónicas: las que ayudan a mantener el orden y las que oscuramente participan a su fracaso. Es un amor irreprimible y prohibido -la fatalidad- , el que hace que el héroe trágico, la novia, huya con su amante, después de la boda con el novio, el que ya es su marido.

Los chicos y las chicas escogen sus papeles preferidos. Las hay que quieren interpretar a la novia y los que quieren representar a Leonardo, o a la luna o a la mendiga. Lorca los consideraba el mejor momento de la obra como símbolos de fatalidad. El realismo desaparece de la obra para dar paso a la fantasía poética. Es emocionante el momento en que los dos amantes huidos se encuentran solos pero rodeados por los perseguidores que están a punto de darles alcance.

Se enfrentan a cuchillo Leonardo y el novio, pero esta escena es genialmente elidida por el poeta. Sólo oímos dos gritos desgarradores al final del segundo acto, y por la escena posterior en que aparecen las tres mujeres, todas víctimas ( la novia, la madre del novio y la mujer de Leonardo, embarazada y con un hijo) sabemos lo que ha pasado. Los dos ejes de la acción han muerto. La novia está en el centro, sola y hundida, esperando los golpes y los insultos de las otras dos mujeres, la madre del novio y la mujer de Leonardo.

El silencio durante la lectura es completo. Sólo hay algarabía cuando estamos repartiendo los papeles. El profesor lee las acotaciones escénicas e intenta explicar el sentido del texto en los fragmentos más destacados. Los alumnos están intensamente conmovidos por el texto dramático. Parece mentira que hayan pasado setenta y tres años desde que Bodas de sangre fue estrenada y que siga manteniendo tal capacidad de sugerencia y misterio entre alumnos tan alejados de sus coordenadas. Quizás lo que fascina es su sentido trágico, la elección de la novia de la libertad frente a las convenciones del mundo y del orden establecido.

Siempre, tras la lectura les hago reflexionar sobre el dilema de la novia: seguir su instinto, su tendencia y su amor prohibido o resignarse con el novio al que estará unida sin amor el resto de su vida. En esto hay importantes discrepancias: los hay que no perdonan a la novia y que la califican de lo peor o los hay que entienden sus razones para escaparse.

Para mí el momento mejor de la tragedia es cuando la novia explica a la madre los motivos que la llevaron a hacer lo que hizo:

NOVIA: ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua fría y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!; yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubieran agarrado de los cabellos!

Me han pedido insistemente que les pase la versión de la obra que hizo en 1981 Carlos Saura, una magnífica película con Antonio Gades y Cristina Hoyos en los papeles principales. Recuerdo que la vi por primera vez en París en una sesión subtitulada en francés y quedé profundamente emocionado, igual que todas las veces que la he visto y que han sido muchas. Espero que mis alumnos disfruten con ella igual que yo.

jueves, 26 de octubre de 2006

Creación de blogs


He abierto un blog educativo para mis alumnos. En él propondré actividades que pueden ser realizadas directamente a través de los comentarios como es el primer texto que les he ofrecido, propuesto por Antonio Solano en su blog Re(paso) de Lengua, al que le agradezco sus sugerentes ideas para desarrollar con los muchachos de la ESO.

En el blog, cuya URL es http://mac4rteso.wordpress.com/ con el titulo Lengua en Movimiento (lo que suscitó en seguida risas unánimes para ser veraces), he abierto una categoría titulada Taller de blogs para realizar enlaces a los blogs que ellos creen. De momento son sólo tres los que han abierto un blog en blogger, pero sé que otros, por mor de imitación y por propia iniciativa tienen la intención de crear otras bitácoras.

El blog Lengua en movimiento ha recibido en pocos días 330 visitas lo que es estimulante para ser una página recién abierta y teniendo en cuenta que cuento con sesenta alumnos de cuarto de ESO distribuidos en tres cursos.

Hay que señalar que sólo el cincuenta por ciento de mis alumnos tienen ordenador y acceso a internet. Ello hace que las actividades que les proponga pueden ser hechas según el sistema tradicional o a través de la red.

El sistema ha suscitado expectación y los he visto interesados en el proceso. Veo ventajas en el hecho de que así se sienten más motivados para escribir y verse publicados. Asimismo todos los alumnos pueden ver lo que los demás han escrito. No hay, a tenor de lo visto, un gran despliegue de originalidad. Sólo en algún comentario se vislumbra una perspectiva más creativa (Véase Ana Mª Gómez). Los demás reproducen las mismas características que se observaban en el sistema tradicional de entrega de composiciones escritas. La revolución tecnológica abre puertas pero no suscita grandes sorpresas hasta ahora.

Observo con preocupación que en los comentarios y en los blogs abiertos abundan, como es habitual, las faltas de ortografía. Los correctores de Word no detectan todas las faltas en los casos de homonimia y dichas faltas estropean y afean, aunque ellos no se den cuenta, la presentación del ejercicio. Una pega es que si soy yo quien les corrijo el ejercicio directamente sobre el papel, puedo señalarles las faltas, aunque hagan poco caso. Presentado a través de internet las faltas quedan registradas pero no son corregibles. Un recurso es el de proponerles ejercicios subrayando las faltas más frecuentes de ellos.

Otra posible objeción al uso de blogs como herramienta educativa es la presencia de comentarios poco respetuosos hacia los que son diferentes: en uno de los blogs hay bromas acerca de los “sarasas” que hay en el instituto. Esto me disgusta y debería ser motivo de reflexión colectiva. Es lo que llamaríamos el libro de estilo de los blogs. Debe estar presente el respeto hacia los demás. El alumno, posteriormente, ha accedido a retirar sus comentarios irónicos.

Por supuesto, cuando les he propuesto que podían crear blogs que serían evaluados para la asignatura les he tenido que dar libertad de creación. No sé si habrá sorpresas, pero de momento hay uno dedicado al deporte y chistes varios, otro dedicado también al deporte (sin poner una mísera mayúscula) y a los juegos de Play Station; otro, por fin en que se realiza una semblanza de Bob Marley. Hoy he comprobado que uno de los alumnos ha publicado una especie de manual del cultivo de la marihuana, y se pregunta si la sustancia conocida como maría es una droga o una medicina convencional. No es de extrañar por parte de un alumno que nos ha salido “rasta” en el corazón.

Los blogs son ventanas abiertas a sus inquietudes e intereses. También a su libertad. Nos permiten conocerlos mejor y seguir su proceso educativo.

En fin, estoy dividido entre las ventajas y los inconvenientes de los blogs como instrumento de creación y de estímulo de la libertad y la personalidad. Se pueden decir muchas tonterías y banalidades, pero entre ellas podremos espigar alguna idea original.

El proceso está empezando y todavía no se puede hacer una valoración global. Sólo son tendencias que estoy observando. Probablemente el hecho de crear un blog es emocionante, tanto para ellos como para nosotros. Esperemos y demos un tiempo para que surjan los frutos.

Estamos en compás de espera. Pero el comienzo no ha sido malo.

domingo, 22 de octubre de 2006

La trilogía de Nueva York (Paul Auster)


Esta es la famosa y popular serie de Paul Auster titulada Trilogía de Nueva York, compuesta por tres novelas cortas: Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada, este último compartiendo titulo con un célebre relato de HP Lovecraft en su serie de cuentos sobre Dunwich y sus horrores.

Tuve ocasión este verano de disfrutar con la citada trilogía durante una semana ociosa de agosto. Era mi primer encuentro con Auster y he de decir que me sorprendió su mundo paranoico y cerrado en que deambulan sus personajes en busca de sentido porque eso es lo que inquieren sus criaturas intensamente dramáticas

Tras tramas de estructura policiaca negra tradicional sus personajes se enfrentan a dramas íntimos paradójicos. Siempre hay una relación de observador-observado, como se da en Ciudad de cristal y en Fantasmas. Un personaje busca u observa a otro para darse cuenta al final de que a quien se está observando es a sí mismo o termina advirtiendo de que está metido en un círculo infinito que carece de sentido pero al que ha sacrificado la totalidad de su existencia.

En Fantasmas, los personajes carecen de nombre. Se llaman Azul (el detective), Blanco (el que lo contrata) y Negro (el observado). Azul ha de observar cuidadosamente todo lo que hace Negro y enviar sistemáticamente informes a Blanco con el que no volverá a tener contacto excepto a través de los cheques que le irá remitiendo por su trabajo. Azul se instala en un apartamento en frente de Negro que se pasa la vida escribiendo o leyendo. La relación de hechos es anodina y la previsibilidad de las acciones de Negro terminan por aburrir a Azul que se dedica a elucubrar acerca del sentido de lo que está haciendo. Está tan harto pero a la vez tan subyugado con su tarea que cuando salga a la calle lo seguirá a pocos pasos. Se identifica totalmente con el perseguido u observado e incluso lo llegará a abordar y le contará su historia, la de que está observando a un tipo que sabe que lo están observando. Un día entrará en el apartamento de Negro y descubrirá sus informes encima de la mesa con lo que se cierra el círculo. Terminará por enfrentarse Negro y no sabemos si lo deja muerto en la habitación. Luego sale de allí y se marchará quizás a China, no sabemos. La incertidumbre es la de la propia existencia en la que la novela se convierte en un símbolo inquietante.

Más sorprendente, si cabe, es el título que remata la trilogía –La habitación cerrada- que mantiene una unidad de estructura y de sentido con los dos primeros. Tal vez los tres libros no sean más que uno solo. El protagonista, víctima del relato y a la vez su agonista, recibe un día una llamada de una tal Sophie Fanshawe. Está casada con un antiguo amigo del personaje del que no sabemos el nombre. Fanshawe ha desaparecido hace unos meses. Se habían conocido él y Sophie hacía tres años y su desaparición sólo puede significar que ha sucedido algo terrible. El desarrollo de la novela es altamente intrigante y no lo voy a revelar porque merece la pena leerla con la convicción de que el relato se reconducirá por situaciones inverosímiles pero profundamente reales. Nadie sabe muy bien por qué actúa y la vida es concebida como una especie de drama interesante cuyas claves desconocemos.

Las novela de la trilogía mantienen, como hemos dicho, una unidad de sentido pero no es menos relevante la intertextualidad con otras obras literarias a las que el autor muestra su admiración y reconocimiento. Así sucede con Don Quijote de la Mancha, al que se hace un espléndido homenaje en las reflexiones de Auster-personaje, ya que el autor Paul Auster se introduce, al modo cervantino, dentro de la narración primera, Ciudad de cristal. Admiración asimismo hacia John Milton y su Paraíso perdido, Melville y Mobby Dick, Henry David Thoreau y Walden o La vida en los bosques, Edgar Allan Poe

Nueva York es aparentemente el territorio de la novela, pero no lo es menos la propia existencia humana y la misma literatura sobre la que se dan agudas reflexiones. Son tres novelas de intriga policiaca y metaliterarias porque versan sobre la propia esencia de la literatura y la relación fascinante entre escritor y lector, la pieza sustancial que falta a la obra escrita por Paul Auster.

Dejo constancia de una entrevista hecha por Lou Reed a Paul Auster que es muy interesante.

jueves, 19 de octubre de 2006

Estambul


Llevo cuarenta años devorando letra impresa. He leído, como Cervantes afirmaba en El Quijote, todo lo que caía en mis manos: veintinueve años leyendo el mismo periódico sin casi faltar un día, entre cincuenta y sesenta libros al año, amén de otros muchos que leo fragmentariamente: obras literarias, filosóficas, históricas y sociales; revistas literarias y técnicas, folletos varios, revistas del corazón, carteles publicitarios, catálogos de editoriales y resúmenes varios de otras mil obras dispersas, antologías, poemas sueltos, letras de canciones, panfletos políticos, escrituras y testamentos, códigos de leyes civiles y penales, actas de la comunidad de propietarios, contratos comerciales con su consiguiente lista de artículos y condiciones, recetas de cocina, prospectos médicos…

He leído obras maestras imprescindibles y obras secundarias pero igualmente necesarias; literaturas de todo el mundo recorridas sistemáticamente; géneros literarios de todo orden (horror, ciencia ficción, policíaco, realismo social y mágico, fantástico, teatro en todas sus vertientes desde el clásico griego hasta el más innovador y rompedor…). No he desdeñado los best sellers como Los pilares de la tierra u otras obras de Ken Follet; hasta he leído El código da Vinci, así como Ángeles y demonios, por citar algunas entre las que no olvido a Frederick Forshyte, a Dominique Lapierre o Larry Collins

He leído en casa novelas del mar cuando era niño y de mayor en antiguas y desvencijadas pensiones las obras completas de Shakespeare.

He leído sin descanso, sin cesar, con hambre de ideas y de estilos, con deseo de penetrar en los arcanos de las épocas que han conformado el mundo. He buscado claves para comprender el universo y mi vida, especialmente mi vida. He querido, para ello, escuchar a los pensadores más preclaros y lúcidos, he llegado al pensamiento oriental y he querido descubrir las claves de la concepción del mundo africana, eslava, francesa, italiana, norteamericana, inglesa, nórdica… He leído sobre las mitologías más conocidas y otras menos populares.

He sido, en resumidas cuentas, un lector disciplinado, cuidadoso, sistemático, curioso…

Pero llevo unos meses que detesto lo que está escrito. No soporto la lectura que se me revela como profundamente ineficaz y abstrusa. ¡Estoy sencillamente harto de leer! He llegado a un tal extremo de saturación de palabras y de ideas así como de obras, que han llegado a no decirme nada. ¿Cómo puedo leer con tal dejadez La montaña mágica de Thomas Mann que en un momento me subyugó? Me importan un pito las andanzas de Hans Kastorp en las alturas y su fascinación, que fue mía, por la enfermedad y la muerte. No me dice nada Cien años de soledad, ni Dostoievski que fue tan amado por mí. Me importa un rábano Julio Cortázar que nutrió fructíferamente mis años de juventud. No me dicen nada Krishnamurti, el filósofo hindú que tanto me influyó durante unos años, ni Taizen Deshimaru. Ni tampoco Herman Hesse ni Borges, ni Lawrence Durrell, ni Tolstoi… Me dejan frío Las memorias de Adriano de Margarita Youcernar, y el Orlando de Virginia Woolf que causaron auténtica conmoción en mí en otros tiempos…

Estoy apático e inapetente. Miro los libros que se han de leer mis alumnos y siento horror. Comprendo su espanto ante la letra impresa. Me uno a su tribu de desganados ante la lectura. Sólo algunos blogs, escritos por gente normalita como yo, logran atraer mi atención. Siento la pasión por la creación que late en ellos aunque quizás ninguno lleguemos a tener ningún éxito ni social ni literario. Es otra la cuestión. Suscita ternura nuestro empeño en seguir en la brecha, en intentar hacernos un hueco en este extenso mundo de la blogosfera.

Esta situación me preocupa, porque yo no sé subsistir sin los libros. Me han acompañado sus páginas desde que recuerdo que los descubrí. Me han hecho compañía sus palabras y sus historias… No puedo vivir sin ellos. Cada noche, como un amante apasionado pero falto de vigor, me llevo un libro distinto a mi cama, pero ninguno llega a interesarme. Sus palabras me parecen distantes y opacas. No logro desentrañar el sentido de lo que quieren decir porque sencillamente estoy cerrado para el mismo. Lo intento y lo intento con obras que fueron clave para mi historia, pero la literatura parece habérseme hecho incomprensible. Mi estado es de desolación y no hay comparación más apropiada que la del enamorado desencantado.

Descubro que sólo me atraen las autobiografías. De pronto he tenido un rapto de inspiración. Recuerdo el único libro que en las últimas fechas me ha llegado a interesar. Pienso en el último premio Nobel, el turco Orhan Pamuk sobre el que he dado una clase en mi curso de literatura Universal de bachillerato. Su figura nos ha llevado a Salman Rushdie que se solidarizó con él cuando el proceso que lo quiso enjuiciar por haber denunciado el genocidio turco contra kurdos y armenios. Pienso en Orhan Pamuk y siento deseos de leer su autobiografía: Estambul. Ciudad y recuerdos. Su infancia. Me atraen los libros que hablan de la infancia, éste en la ciudad decadente del hundido imperio otomano.

Bajo de mi casa a la librería de El Corte Inglés, próxima a mi casa. Busco en un estado próximo a la desesperación un signo, espero que algún libro me llame, que me diga algo. Busco y busco pero es inútil, hasta que en un estante lateral atisbo Estambul. Ciudad y recuerdos. Me estaba esperando. Orhan Pamuk.

Me sumerjo en su lectura. Su primer capítulo se titula El otro Orhan y comienza: Desde niño me he pasado largos años creyendo en un rincón de la mente que en algún lugar de las calles de Estambul, en una casa parecida a la nuestra, vivía otro Orhan que se me parecía en todo, que era mi gemelo, exactamente igual a mí.

Llueve. Me adentro en las calles de Estambul. Estoy excitado.

lunes, 16 de octubre de 2006

Los chicos del coro


He pensado que en hora de tutoría, una hora semanal, sería una buena idea pasarles a mis alumnos una buena película que sea esperanzadora y formativa. Desafortunadamente me falta labia para ocupar una hora entera con ellos hablando de asuntos varios. Se me acaban en seguida las cuestiones urgentes y oficiales. Soy escueto y no me gusta alargar las conversaciones fuera de su duración adecuada. Una buena película podía ser la solución para que nos diera motivo de reflexión y una posterior conversación tomando como base algo sólido.

Inmediatamente me ha venido a la cabeza la película franco suiza Los chicos de coro, una película dirigida por Christophe Barratier en el año 2004 que vi con mis hijas y les encantó. Es una película que reúne todos los ingredientes para dar tema largo de conversación

He pasado la película en dos días. Lo primero que les ha llamado la atención ha sido la época de la película. Han advertido inmediatamente que los tiempos que refleja no son los actuales. ¿Nos vas a poner una peli de vuestros tiempos, aquellos en que os pegaban en la escuela? Es lo primero que me espetaron, pero no sé por qué la película consigue metérselos en el bolsillo a las pocas escenas, que si mis lectores recuerdan consisten en en el encuentro de dos antiguos compañeros de reformatorio: uno – Pierre Morhange- que ha llegado a ser un prestigioso director de orquesta y Pepinot que tiene el diario de su antiguo profesor que cambió sus vidas porque les dio una oportunidad. Un largo flashback nos lleva a la llegada de Clement Mathieu –cincuenta años atrás- al correccional que dirige con una fuerte carga de amargura el director Rachin. Mathieu es un músico que se ha visto obligado a trabajar como vigilante en el “culo del mundo”, la escuela correccional El fondo del estanque. Los alumnos son rebeldes y su comportamiento deja mucho que desear. Él, sin embargo, logra ganarse a los díscolos internos con su actitud leal y con su afecto. Ellos para él no son simple escoria ni material de disección psicológica mediante la que se encasillaba a los delincuentes en la Francia de 1949 cuando se ambienta la película. Él se preocupa por sus vidas y decide enseñarles aquello que mejor sabe: la música. ¡Cómo sacar oro del plomo es el viejo mito de la alquimia! Y de ciertas películas que tienen como eje a profesores que saben sacar lo mejor de sí mismos de alumnos condenados al fracaso por una escuela todo menos humanizadora que es la que se nos presenta.

Lo cierto es que con la música consigue transformar sus vidas. Nosotros como espectadores recibimos una fuerte emoción al identificarnos con ese impulso del ser humano de intentar ser mejor, de superarse a sí mismo, de convertir lo malo en notable o sobresaliente. La película es una avalancha de emociones, aderezada con la música bellísima del coro de la escuela en el que resalta la figura de Pierre Morhange que tiene un voz angelical. La película no está exenta de conflictos y de dramas internos: el enamoramiento -no correspondido- de Mathieu de la madre de Morhange, el enfrentamiento con su hijo por los celos que siente este por la simpatía que se profesan su madre y su profesor de música, la irrupción de un interno violento –el único barítono del coro y al que quiere integrar Mathieu- que es acusado erróneamente de haber robado doscientos mil francos, la posterior venganza de éste cuando quema el correccional.

Al final, Mathieu es despedido de la escuela por el director que odia a sus alumnos. Rachin llama al vigilante “músico fracasado” pero nosotros sabemos que Mathieu tiene el corazón de artista, y el corazón de un artista nunca es pobre, mientra que el director sí que es un ejemplo de fracaso existencial. Sus alumnos se despiden de él lanzándole mensajes de afecto y de despedida, a pesar de la prohibición, desde las ventanas. Le cantan también una bella canción del repertorio que Mathieu les enseñó. .

Mis alumnos, varios de ellos marroquíes, asistían maravillados al pase de la película que tiene el mérito de ser rabiosamente actual y llena de esperanza. La proyección les ha mantenido fascinados y se han identificado plenamente con lo que allí se les proponía que no era ningún mensaje maniqueo ni simplista. Sencillamente allí se hablaba de afecto, de música, de transformación íntima, de esperanza, de camaradería… de cantar juntos. Probablemente y lo han dicho en sus comentarios la película refleja otros tiempos y los alumnos de ahora no son como los que aparecen en Los chicos del coro. Ignoro si es así, pero constato la intensidad de la atención con que han visto la película que ilustra un viejo sueño del ser humano: el de ser mejor. Esto y la importancia de la música en nuestras vidas.

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viernes, 13 de octubre de 2006

Otros mundos, otras miradas

Malick Sidibé

He ido a ver una exposición de fotografía en una mañana lluviosa del día del Pilar. Me acompañaba mi hija pequeña Lucía de siete años. Junto a ella, a veces cansada de ver imágenes, he tenido ocasión de contemplar la exposición Bamako’05 Otro mundo en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. La muestra recoge fotografías de doce fotógrafos africanos que han formado parte de la exposición VI Encuentros africanos de la fotografía que se celebró en el año 2005.

África ha formado parte desde hace tiempo de mi imaginario personal. Me gusta leer literatura africana y asistir a charlas o exposiciones sobre tema africano. El comisario de la muestra, Pep Subirós, reflexiona sobre los fundamentos de esta exposición que tiene como subtítulo Otro mundo tomando como base la frase de Paul Eluard de que “Existen otros mundos pero están en éste”. La muestra no es la realidad total sino una propuesta que revela la rica vida del continente africano lejos de los estereotipos y las miradas exóticas. La tarea de los fotógrafos es la de revelar ese otro mundo a partir del instante único y mágico que es la mirada del artista. “El otro mundo no está muy lejos, a poco que nos dignemos buscarlo” sostiene en el catálogo el intelectual africano Simon Njami.

África es vista siempre por la prensa desde un punto de vista fatalista y negro. Es el continente de los desastres, del Sida, de las hambrunas, de las dictaduras, de la emigración masiva a occidente, de las guerras… Sin embargo, siendo todo esto cierto, en África, que forma parte del planeta global, se da toda suerte de modernidad artística y las calles caóticas de sus ciudades probablemente nos dan pistas sobre cómo será el futuro y las contradicciones que habremos de asumir en el llamado primer mundo. En África está todo el mundo y Africa está en todo el mundo.

Los fotógrafos africanos que forman parte de la muestra han tenido que deshacerse de la función de ser propagandistas y tranquilizadores de la conciencia occidental. Sus fotografías están lejos de ser convencionales y esperadas. Recuerdo por ejemplo las fotos inquietantes de Michael Subotzky, sudafricano, tomadas en la prisión de máxima seguridad de Pollsmoor en que decenas y decenas de presos se hacinaban en sus literas posando para la cámara o las de dos cuerpos negros desnudos duchándose en un cuarto de baño… James Iroha Uchechukwu, nigeriano, toma fotos espeluznantes de un matadero de reses entre densas humaredas y fuego fuertemente dramático.

En otro orden de temas están las esperanzadoras imágenes de Malick Sidibé, malinés y en la línea del también malinés Seydou Keita. Son fotografías en blanco y negro, no recientes, de un pasado que refleja también la esperanza y la alegría de vivir. Son fotos de estudio en que posan los personajes en actitudes propias de la vida cotidiana.

En África las fronteras se deshacen con cierta facilidad. La fronteras físicas entre estados, la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, el mundo físico y el mundo inmaterial. Hay muchos mundos en África y no existe una sola África ancestral anclada en el pasado. África es un continente vivo y lleno de esperanza a pesar de las apariencias en el sentido opuesto. Hoy los fotógrafos de la muestra me han mostrado una serie de imágenes lejos de la mirada cansada de occidente. Son fotos llenas de dinamismo y vida interior. África necesita abrirse al mundo y a la modernidad y para sorpresa de muchos, en algunos sentidos África está en el centro de dicha modernidad.

martes, 10 de octubre de 2006

A la búsqueda del grial (o del estilo)



En el ángulo superior izquierdo, junto al contador de entradas, aparece un nuevo logotipo que dice "Soy un blogfesor". Animo a los amables visitantes del blog a clicar sobre él. Si lo hacen, entrarán en la declaración de principios del profesor navegante por la blogosfera que entiende que los blogs son un poderoso instrumento de comunicación e intercambio de ideas y sentimientos. Asimismo se propone su difusión, como mecanismo de motivación, aprendizaje y estímulo de la curiosidad, así como de alternativa a otros medios de comunicación tradicionales.

El blogger ha conocido los beneficios terapéuticos de participar en esta actividad que desarrolla la creatividad y la interconexión de ideas; que fomenta las relaciones humanas en un ambiente generoso y cordial; que aporta variedad, color, y un importante aliciente a la vida rutinaria que tendemos a llevar; favorece, por último, el conocimiento de otros puntos de vista con los que se entra en debate respetuoso, lo que exige ordenar las ideas, y a la vez, necesariamente, se procura una cierta confluencia de pareceres.

Nada hay comparable al hecho de redactar un post. Se pone ánimo y pasión. Y sólo la experiencia del artista o del actor es equiparable al momento en que uno clica en el botón de "publicar entrada". Es como lanzarte al vacío intuyendo que tarde o temprano el paracaídas se abrirá.

Por primera vez en la historia, el ciudadano anónimo y común puede publicar y expresar, sin coste económico, sus opiniones o reflexiones, o dar a conocer sus humildes o geniales creaciones en el convencimiento de que habrá alguien al otro lado en quien encontrarán un eco si se perseverá en el intento.

Me gusta el apartado que declara que la participación en el mundo de los blogs es una actividad espiritual. Así lo entiendo yo, y me convence este adjetivo que define certeramente la esencia de bloguear, que no es sino la continuación de la búsqueda del Grial por otros medios.

Dentro de la banalidad (o no) de la vida cotidiana, que a fuerza de repetitiva se convierte frecuentemente en insustancial, nos encontramos con algunos instantes de intensa excitación y de resquicios de eternidad, cuando publicamos, cuando leemos y comentamos, cuando sentimos que alguien nos lee e intenta acercarse a nosotros.

¿Cómo no dar a conocer a nuestros alumnos algo que puede transformar positivamente sus vidas o en todo caso ampliar notablemente su modo de percepción del universo? Probablemente hay más espíritus inquietos de lo que parece. Sólo falta el blog adecuado. Luego serán necesarios el estilo y la redacción precisos.

domingo, 8 de octubre de 2006

Sangre, sentimientos y tecnología


Los profesores de lengua que llevamos cierto tiempo en el ejercicio de la profesión hemos observado un creciente descuido y empobrecimiento del lenguaje oral y escrito entre nuestros alumnos. Es muy raro el alumno que estructura adecuadamente una serie de ideas escritas, que cuida la ortografía y que intenta enriquecer el léxico. Lo habitual es que se escriba y hable con lo que llamaríamos una espontaneidad absoluta. Se escribe igual que se habla, y se habla mal. Este es el panorama que vemos diariamente en la escuela.

Cuando un adolescente escribe, suele amontonar lo que son diferentes impresiones, sin orden ni concierto. Fallan los signos de puntuación y fallan los distintos conectores que ayudan a organizar el lenguaje. El resultado es un caos magmático de una enervante pobreza discursiva. Y es, en efecto, el discurso el gran perdedor de todo este proceso.

La Academia da varias definiciones de este concepto del discurso. La primera es “facultad racional con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia de sus principios o conociéndolas por principios o señales”. Otra segunda definición es “cadena hablada o escrita”. La primera hace hincapié en el proceso causal, estableciendo las relaciones de causa y consecuencia, algo que es esencial en la construcción de una argumentación o exposición. La segunda me es especialmente útil porque el discurso es una cadena formada por eslabones que son las palabras y las oraciones, que a su vez son la expresión de las ideas expuestas con un objetivo que es el sentido de la cadena: enseñar, persuadir, deleitar, entretener…

Lo primero que falla, a mi juicio, es el ánimo del redactado. Les falta motivación para escribir sobre los temas que les proponemos. Quizás aquí fallamos nosotros proponiéndoles asuntos que no les dicen nada. Tenemos aquí un elemento de reflexión porque no les atraen los temas que tengan un enfoque anticuado. Nuestros alumnos están seducidos por la modernidad y el mundo de la actualidad.

Luego falla su tendencia a la espontaneidad, a no darse cuenta de que lo escrito no se rige por las mismas normas que el lenguaje oral, el lenguaje de registro familiar que hablan con sus compañeros, amigos o sus padres. Para ello, han de filtrar sus impresiones primeras y convertirlas en ideas organizadas, correctamente expuestas, lo que exige el uso del borrador inicial y luego posteriormente un segundo borrador, lo que es, a todas luces, un esfuerzo que les resulta agotador, y para el que no están preparados. Hay que tener un prurito muy especial para dedicarse a enriquecer el lenguaje. Lo sé por los alumnos, escasísimos y generalmente chicas, que cuidan su expresión, y alguna de ellas une a todo ello la capacidad imaginativa, el siguiente elemento que falla en el proceso.

La imaginación consiste en la facilidad para formar nuevas ideas, nuevos proyectos…, es decir, sacar del caletre nuevos enfoques, que se salgan de los tópicos o estereotipos, lo que se supone que se debe decir o escribir. Esto ya no es tan fácil porque la imaginación literaria es la gran perdedora en el mundo tecnológico que estamos viviendo. El ámbito informático y tecnológico pueden suponer también elementos imaginativos pero de otro orden. La imaginación tecnológica es diferente y no responde al mismo sentido del juego narrativo o discursivo. El mundo informático está basado en saltos sin hilación, en la presencia continua de imágenes sucesivas e inmediatas, en la navegación sin esfuerzo o a lo sumo con un clic del ratón. El mundo entero está a nuestro alcance sin tener que sudar la camiseta. El poder de la pantalla es superior a cualquier medio de expresión tradicional, su interactividad es más que atractiva. Es una condición sine qua non para estimular su imaginación ya definitivamente contaminada por el lenguaje de la contemporaneidad.

Para trabajar la motivación, leo con interés sobre las propuestas de compañeros profesores que están ensayando la aplicación del mundo de los blogs a la enseñanza. Tengo la impresión de que cualquier mejora en la calidad de la atención y motivación de nuestros alumnos pasa por la innovación tecnológica, la única que ellos están dispuestos a experimentar. Todo lo que pase por una pantalla tiene un atractivo estimulante, todo lo que implique una capacidad electiva es especialmente fascinante para ellos.

Habríamos de saber combinar los elementos tradicionales de una clase, que son imprescindibles, con las nuevas aportaciones que nos proporciona el mundo de la tecnología. En ello estamos, intentando evolucionar en nuestro discurso pedagógico para abrirnos a su forma de concebir el mundo y el universo.

Un comentarista adolescente intervenía hace unos días en un post sobre “La imaginación adolescente”. Defendía como base de esa imaginación la mezcla de sangre y sentimientos. En este tándem tenemos la base de nuestro quehacer para acercarnos a ellos. Sangre y sentimientos. Pura pasión en definitiva. Pero ordenación del pensamiento y tecnología son a veces incompatibles porque la tendencia al escribir en un soporte informático es la de intensificar el nivel de espontaneidad. Tengo mis dudas. Pero también curiosidad por ver el resultado.

miércoles, 4 de octubre de 2006

Un viejo maestro

Dimas es un singular profesor de mi centro. Hay muchos profesores en mi instituto -que están o que han pasado por él- pero sin embargo si tuviera que realizar una semblanza personal me quedaría con él. Su figura, su palabra, su actitud ante los alumnos y ante el hecho de enseñar me atraen poderosamente. Es uno de los profesores más valorados por el alumnado del primer ciclo de la ESO donde es maestro, porque Dimas ejerce de maestro, aunque ha cursado la carrera de Historias.

¿Por dónde comenzar su pequeña historia? Ha cumplido ya ampliamente la cincuentena pero sigue siendo un enamorado de su trabajo y de sus alumnos. Le quedan escasos años de ejercicio profesional y él lo lamenta. No entiende la vida sin sus conflictivos discípulos de primero y segundo de la ESO. Es un monstruo de la profesión por su dedicación, por su entrega y su actitud generosa y abierta a las novedades pedagógicas. Su vida es su trabajo. Éste es una poderosa droga que le mantiene vivo y alerta.

Sabe pautar el trabajo de sus alumnos. Cree que el trabajo del profesor se sustenta sobre una meditada planificación; sostiene que una serie de actividades sencillas secuenciadas y progresivas supone un cierto nivel de aprendizaje. Los demás nos debatimos entre las dudas y damos palos de ciego, mientras él desarrolla un método científico de enseñanza. Todos sus alumnos le aprecian. Con él no hay fracaso, nadie o prácticamente nadie se queda descolgado de la asignatura. Con él todos trabajan a gusto: ilustran las imágenes de sus dossieres y responden a sus preguntas hábil y sabiamente estructuradas. Todos aprueban con Dimas porque sabe ponerles el caramelo de un aprendizaje ameno y sencillo. Sin darse cuenta aprenden más de lo que con cualquier otro método hubieran logrado.

Le veo andar ágilmente por los pasillos. Tiene una personalidad enérgica y poderosa dedicada en cuerpo y alma a sus chicos. Son la sal de su vida. Padece del corazón y ha sufrido varias crisis cardiacas, pero él sigue entregándose a la enseñanza con la misma fuerza y entusiasmo de siempre. Algunos pensamos que corre un serio peligro con las dosis de medicamentos estimulantes que toma para lograr mantener su actividad docente. Entiendo su aceleración, su vigor, su energía… Le vienen también de la convicción de que se puede hacer algo seriamente por los alumnos. Él fue un alumno con problemas de aprendizaje y hubo de sufrir un amargo calvario en sus años de estudiante. Al final se quedó solo con el profesor que venía a enseñarle a casa. Se dijo que el se dedicaría a la enseñanza de un modo integrador y no segregador.

El fracaso no forma parte de su sistema de educar. Aprender exige un esfuerzo y él conoce el sistema de que todos sus alumnos, incluso los más desmotivados, trabajen y cumplan con ese esfuerzo necesario. Sus resultados son casi milagrosos. Los alumnos acuden entusiasmados a sus clases impartidas con Power Point, entre otros métodos de enseñanza, y completan con dedicación absoluta los dossieres que él les va proporcionando. Para mí es un misterio ver como lo consigue, pero lo hace con un enorme derroche personal de energías que no sé cuánto tiempo lograra mantener.

Me ha supuesto muchas horas de reflexión la figura de Dimas. Yo no querría ser como él, pero le admiro. En cierta manera envidio la geometría de su sistema integrador, progresivo y experimental. Yo no puedo dejar de ser anárquico y de cometer errores de principiante. Me falta el método y quizás su convicción absoluta y prioritaria de que lo que está haciendo es fundamental. Quizás yo relativizo mi influencia sobre mis alumnos y me sé sumamente imperfecto. Junto a grandes fallos, de vez en cuando sé encontrar algún camino certero y vuelvo a casa satisfecho. No obstante, mi labor, a mi juicio, está llena de luces y sombras. No he encontrado el sistema definitivo. Busco y busco y no dejo de poner en tela de juicio mis hallazgos anteriores. Soy un caos hecho carne, pero a veces, en el devenir de los días tengo alguna pequeña satisfacción en medio de otros sinsabores.

Sin embargo, hoy he visto a Dimas casi desbordado. El clima de clase con treinta alumnos por curso, muchos de los cuales no saben escribir y son sumamente inquietos, es cada vez más complicado y agotador. Son muchos cursos y mucha faena para casa. Organizar y planificar llevan un montón de horas añadidas al trabajo habitual. No le he visto cansado pero sí al límite de la resistencia física y psíquica. No es bueno para su corazón tomar sustancias estimulantes para mantener el ritmo de trabajo. Entregarse en cuerpo y alma a una profesión tiene sus costes; entregarse por entero a los alumnos es dejarse devorar por un animal mitológico. Hay que encontrar, me digo, zonas de reserva, de higiene mental, de distancia personal y de relativización de la tarea.

En todo caso, quede como ejemplo de honradez profesional, de entrega sin límites, de sabiduría en el ejercicio de su labor de maestro siempre promoviendo e integrando a sus alumnos, siempre dándoles un ejemplo positivo y humano. Siempre haciéndoles ver que son mejores de lo que ellos se creen que son, siempre orientándoles hacia caminos rectos y comprometidos, siempre extrayendo de ellos lo mejor de ellos mismos. Siempre con ellos hasta el final. Un hermoso ejemplo de lo que es ser maestro hasta la frontera de las fuerzas personales.

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