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martes, 28 de noviembre de 2006

Comunicación

Cuando comienzo un curso académico, el propósito principal que persigo es el de establecer una buena comunicación con mis alumnos. No siempre es fácil porque como sabe todo conocedor de la teoría de la comunicación, ésta supone un intercambio de flujos informativos. No basta que yo intente establecer puentes sino que los que actúan como receptores han de ser sensibles a dicho esfuerzo y corresponder a él. Y no todos los grupos humanos responden del mismo modo. Cada curso, cada clase, es un misterio. Nadie sabe cómo y por qué vas a conseguir articular una comunicación efectiva con sus miembros que actúan como colectivo. En efecto, el profesor dice. Voy a cuarto A, o voy a cuarto B, o voy a cuarto C. E, inmediatamente, se abren realidades distintas y complejas.

Con tal curso hay una relación de simpatía, de receptividad, de respuesta positiva a tus iniciativas y propuestas. Y, sin embargo, con la clase que está al lado, no consigues dicha relación teniendo en cuenta que son cursos de niveles muy homogéneos y que no abundan los elementos especialmente conflictivos. Para tu pasmo, oyes que otro profesor te comenta que le pasa exactamente lo contrario. Que es con el curso que tú te llevas regular con el que él consigue una buena comunicación.

Llevo años en la profesión y todavía me estoy sorprendiendo de lo variados que son los grupos humanos, tanto como las personas. El mismo profesor se descubre con dificultades enormes para impartir una clase cuando acaba de darla en el curso de al lado con toda comodidad.

No sé si recuerdan mi propósito de iniciar mis clases con un espacio de escucha activa llamado Rincón poético. Mi objetivo era comenzar la unidad didáctica con la lectura de unos poemas motivadores que crearan un clima de atención y que los hiciera sensibles al lenguaje poético. La idea no era mala. Es importante educar a los adolescentes en su capacidad de recibir el lenguaje de la poesía. Sin embargo, observé rápidamente que en un curso la lectura de poemas era motivo de jolgorio y distracción. No me ayudaba a reconducir la clase sino todo lo contrario. Estuve varias semanas leyéndoles poemas de distintos autores pero al final tuve que desistir. Cualquier verso que les hiciera gracia era ocasión de pérdida de tiempo y de alboroto. En el curso de al lado, he continuado con esta propuesta, y si algún día se me olvida, son los alumnos los que reivindican su derecho a escuchar buena poesía. Sé que cuando llego a dicho curso he de llevar preparada la lectura de tres o cuatro poemas, que antes he tenido que escoger cuidadosamente, lo que me lleva un tiempo precioso pero que doy por bien empleado.

El profesor de literatura es uno pero la recepción de sus enseñanzas es compleja. A veces se consigue una buena comunicación y otras veces esta comunicación no existe en absoluto por mucho que intente entregarse y se prepare las clases.

El profesor es un conductor de personas, una especie de manager de grupo que está expuesto a la diversidad humana y a la sorpresa continua. Sin embargo, hay algo que repugna a la idea de ser un buen profesor: la de ser un domador de personas. Este fin de semana he asistido como espectador a una función de circo. En ella, unos payasos dirigían las cabriolas y evoluciones de distintos tipos de cuadrúpedos, desde ponies, a asnos o caballos grandes. Por otro lado había conejos y palomas. Todos actuaban como esperaba el domador o el prestidigitador. No creaban ningún problema. Todo respondía a un esquema preestablecido. Estaban hábilmente domesticados. Carecían de impulso propio.

Ni nuestra función ni nuestros alumnos son afortunadamente así. No podemos programarlos para conseguir una respuesta determinada de antemano. Cada curso académico es un descubrimiento –los hay afortunados y los hay complicados-; cada clase a la que entras es un problema diferente – las hay cómodas y las hay muy difíciles- ; cada alumno al que te enfrentas es un sujeto distinto que te expone a cuestiones diferentes. El objetivo es que tienes que enseñarles algo, que la experiencia y aprendizajes acumulados en tantos años de estancia en un centro educativo sean fructíferos.

A mitad de curso hay veces que cuando vas a clase lo haces con una alegría incontenible, con unas enormes ganas, y otras veces cuando suena el timbre, respiras hondo varias veces y te dices: allá voy, que no me pase nada.
Somos prestidigitadores de sombras o algo así. Pero en ocasiones nos sale mal el truco y quedamos fatal. Otras veces amas endiabladamente esta profesión tan disparatada, si se me permite el adjetivo.

7 comentarios :

  1. El circo siempre me ha producido tristeza, además de por esa vida trashumante que llevan sus protagonistas, por ese ejercicio repetitivo y amaestrado que llevan quienes lo pueblan.

    Pero este no es el caso, aquí los comportamientos de grupo son como fractales, afortunadamente, aunque haya momentos complicados.

    Sobre la experiencia del rincón poético me parece que estos chavales están más hechos a escuchar letras de canciones que poesía, un elemento más elaborado. De hecho me ha sorprendido la repuesta que un poema mío tiene entre muchos ‘blogs’ de gente joven porque sirve de preámbulo a la canción de Extremoduro, ‘Standby’ (http://www.youtube.com/watch?v=nSAkwubV-wA&mode=related&search) -disculpa la cita-, y pienso que es porque sus gustos han educado más cerca de ese tipo de estética que del gusto poético que le resulta más difícil de interpretar porque les parece más hermético.

    Finalmente, lo que más me gustaba del circo eran los ilusionistas porque desplegaban su magia sobre la realidad y proponían mundos imaginativos. ¿Y acaso no es en la vida así cuando hay momentos que parecen que no podemos superar y tenemos que hacer algún truco para seguir?

    Ánimo y a seguir. Seguro que toda esa labor tendrá su fruto.

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  2. ¿Cómo logras mantener esa ilusión?. No suele ser la norma.

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  3. Vuestras dos entradas o comentarios me han llenado de ilusión. Tomo nota de las ideas de Francisco sobre las canciones y los adolescentes y de su poema en el vídeo de Extremoduro. Hoy una alumna escribe un post en su blog sobre dicho grupo.
    En cuanto a Simalme y la pregunta que me hace sobre cómo mantengo la ilusión, es difícil contestar. Enseñar me produce un conjunto de sentimientos contrapuestos, algunos de ellos muy negativos. A veces sientes miedo a la hora de entrar en un aula. Miedo y ansiedad son sensaciones que conozco muy bien. Sin embargo, esta profesión me ha dado momentos inolvidables. Me los sigue dando en ocasiones. Ver a mis alumnos de cuarto metidos hasta el cuello en la cultura bloguera me produce satisfacción porque he sido quien les ha abierto esa posibilidad. La hubieran descubierto de todas formas, pero les he ayudado a adelantarla. Otras veces, sin ambages, fracaso estrepitosamente y tengo ganas de salir huyendo, pero nunca hasta ahora, pese al miedo que pueda sentir, he dejado de fichar en mi centro. Amo esta profesión llena de claroscuros, de contradicciones, de ansiedades... Por eso quiero dejar claro que este blog es de carácter existencial. Gracias, amigos, por estar cerca de mí, por seguirme, por dejar vuestros comentarios. Un abrazo muy fuerte.

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  4. Todos te seguimos con entusiasmo, porque pones voz a muchos de nuestros sentimientos. Una vez más has tocado el lado humano de la enseñanza, un asunto poco mimado y muy agradecido. Comparas la docencia con el circo y marcas las diferencias, pero hay algo de circo en nuestro oficio, o al menos yo lo siento así: Cada clase es una función en la que todo puede salir mal o bien, algo único e irrepetible. Si el acróbata-profesor hace bien su trabajo, los niños lo miran arrobados (entre risas y bromas, claro); si no se luce, los niños no querrán ver más funciones y pedirán que sea echado a los leones.

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  5. que hermosa tu profesion;a mi me gusta,hay gente que dice que es un trabajo estresante,pero bueno como todo el trabajo hay pro y contra;
    un gusto leerte.
    un abrazo.

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  6. El miedo sólo lo tienen los valientes. Cuando en educación transformamos ese miedo paralizante, en un activimismo y preseverancia por cambiar la situación, encontramos nuevas sensaciones. Ser profesor es un proceso de largo aprendizaje, pero incluso de los malos grupos quedan recuerdos inolvidables, recuerda a McCourt.
    He visto que has incorporado mi blog a tus links, se agradece.
    Por cierto, visité el blog Ez dut ulertzen y es muy bueno.
    Imagino que ese blog es uno de los resultados de la transformación del miedo que en su día te daban las nuevas tecnologías.
    Saludos.

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  7. Si, a veces todo sale bien, a veces un desastre... a veces malabarista, a veces caminando por la cuerda floja o sacando conejos del sombrero.
    Ese vertigo que es encantador y a la vez terrorífico es el que a mi por lo menos me mantiene trabajando en esto. La adrenalina de la vida docente.

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