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jueves, 30 de marzo de 2006

Huesos de cristal


Una sesión de evaluación es un trámite solemne. Se celebran trimestralmente para evaluar el rendimiento y actitud de nuestros alumnos. La mecánica es ritual: una mesa reúne a una decena de profesores de las diferentes materias presidida por el profesor-tutor que es el que reúne la información necesaria para establecer una estimación académica provisional.

El tutor comienza dando una valoración general del rendimiento del curso. ¿Ha habido mejora? ¿Qué alumnos han destacado positiva o negativamente? ¿Cómo es el clima de trabajo en el aula? ¿Cómo es la actitud del grupo-clase? El tutor suele hacer unas estadísticas “artesanales” que permiten comprobar la evolución de la clase.

Las deliberaciones son secretas, así como la información que se comparte entre los distintos profesores. Suele asistir un miembro de la Junta Directiva y alguno del Gabinete de Orientación Pedagógica. Cruzamos la información e intentamos valorar individualmente a cada alumno.

Esto es un procedimiento que conocen todos los profesores. No descubro nada nuevo. El tutor ha ido siguiendo a sus alumnos, sus conflictos, sus temores, ha hablado con ellos, con sus padres si ha sido posible –a veces no lo es porque los padres se niegan o porque son incapaces de encontrar un momento para hablar con el tutor-, con los profesores, que le exponen sus quejas y satisfacciones.

Pero una sesión de evaluación permite conocer más en profundidad a los alumnos. Hay información confidencial sobre la situación familiar de cada uno de ellos que se sugiere, sin explicitarse, en la sesión. Todos nuestros alumnos tienen derecho a la intimidad y tampoco se trata de airear datos que mejor quedan en la sombra. Sin embargo, a veces hay que hablar de situaciones que afectan a su rendimiento, y puedo decir entonces que uno se entera de cuestiones muy delicadas y dolorosas, a veces estremecedoras.

Hablo de situaciones de abandono familiar, de separaciones traumáticas, de embarazos de adolescentes, de vidas que se están recomponiendo, de negligencia paterna hacia los hijos, de malos tratos, de muertes por enfermedades terribles que afectaron a los alumnos poco después de nacer, de alcoholismo paterno, de hambre físico, de situaciones de desahucio del hogar, de dramas sin cuento en el tema de la inmigración, de familias enfrentadas en los tribunales, de padres que ignoran a sus hijos, de padres dedicados a negocios sucios o madres a la prostitución… Podría seguir. Uno siente muchas veces compasión hacia alumnos que mantienen muchas veces actitudes díscolas, rebeldes o abiertamente provocativas para reclamar la atención. Estos alumnos en la mayoría de los casos están necesitados de una dosis enorme de afecto, pero en su actitud, en el día a día, son perturbadores en el aula y abiertamente contraproducentes para la marcha del grupo. Está claro que un clima de estabilidad emocional contribuye a un buen desarrollo y equilibrio de las personas y más en una etapa de formación como las que ellos están.

Sin embargo, a veces hay alumnos que teniendo historias terribles detrás de ellos son modelos de trabajo y comportamiento. Es como si hubieran trazado una línea de acción y se mantuvieran fieles a ella. Estos alumnos me sorprenden y me maravillan porque, teniendo todo en contra, nos dejan con la duda de si todo está determinado o hay otros factores que posibilitan la libertad y la asunción de la responsabilidad de los seres humanos. Hay personas –hablemos ahora de personas y no de únicamente adolescentes- que, a pesar de sus dramas personales, se saben sobreponer y buscar y mantener sus objetivos. Es como si del plomo supieran extraer oro. Otros se rinden o no saben sobreponerse o se dejan llevar o aplastar por las circunstancias.

Los seres humanos son muy diversos –ya sé que no es una constatación muy original- pero en un centro de enseñanza tienes un abanico extraordinariamente elevado de comportamientos. Hay quien tiene todo en contra –incluida su inteligencia- y es capaz de sobresalir. Hay otros que tienen todo a favor -o no todo en contra- y se dejan hundir.

Tantos años dedicado a la enseñanza no me permiten todavía trazar un atlas de cómo son o serán mis alumnos . Siempre son una fuente de sorpresas a veces negativas y a veces deslumbrantes, pero tenerlo todo en contra no es sinónimo de fracaso ni tenerlo todo a favor de éxito. Entre medio tenemos una amplísima gama de la naturaleza humana y no sabemos demasiado acerca de ella. ¿Quiénes saldrán adelante? ¿Quiénes se colocarán en un trabajo digno? ¿Quiénes serán felices en su vida? ¿Quiénes sucumbirán al desaliento o a la depresión? ¿Quiénes en una situación de necesidad te echarían una mano? ¿Quiénes cuando te los encuentres por la calle te recordarán con afecto a pesar de los conflictos que has podido tener con ellos? ¿Quiénes serán traidores y quiénes fieles a algo? ¿Quiénes en una situación de extrema violencia, como una guerra o un golpe de estado, serían verdugos o héroes anónimos que contribuirían a salvar vidas humanas? No sé, me pasa como al físico que fue Albert Einstein, es posible que sepa de alguna materia pero de la naturaleza humana no sé mucho...

Quiero aferrarme a los ojos claros de Abdel, un muchacho marroquí, enfermo, que va en silla de ruedas pues padece de “osteogénesis imperfecta”, la enfermedad de los huesos “de cristal”. Es un prodigio de alegría, de fe en la vida, de buen compañero, querido y apreciado por todos. Le encanta el peligro y hemos de contenerlo para que no se nos lance muletas en ristre. Todos lo queremos y él lucha con pasión por vivir en conformidad consigo mismo y con los demás. La vida, todo, es realmente sorprendente.

9 comentarios :

  1. heermano, muy chulo su blog ya he pasado varias veces, so le siguo leyendo un abrazo desde republica dominicana

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  2. Excelente articulo, como la inmensa mayoria, pero este ha tenido algo especial que no consigo descifrar que és, pero de igual manera enhorabuena ;)

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  3. Todo lo que describes me suena tan familiar y a la vez tan duro que no pude contener mi emoción amigo es así sobre la maturaleza humana no sabemos ni sabremos nada no es una ciencia exacta.. Abdel es un ejemplo de vida muchas veces lo tenermos todo y realmente no tenemos nada.. Saluda a ese chico de mi parte... un inmenso abrazo compañero de armas.

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  4. El abanico de que hablas es real.
    Los alumnos son un misterio siempre.
    Palidecen con la sombra de algunos maestros y resplandecen al abrigo de quienes lo educan y contienen.
    El alumno, no es una computadora que almacena datos, es un alma que ingresa a la vida y busca, a su manera, la forma de integrarse a este mundo diverso.Merece profesores como vos.
    Un abrazo

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  5. Precisamente de esto hablaba anoche con un amigo -- que insistía en el punto de que el valor de la vida se mide según las condiciones en que uno se encuentre. No me parece que así sea, y lo que dices es un ejemplo claro de ello.

    No sé si es que hay una naturaleza intrínseca, innata incluso, o si es una combinación de eso y algunas experiencias: pero la adversidad no es igual para todos.

    Y podemos aprender de esto que cuentas.

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  6. Baltasar Gracián: Visto un león, están vistos todos, y vista una oveja, todas; pero visto un hombre, no está visto sino uno, y aún no bien conocido.

    Esa, creo yo, es nuestra grandeza, y quizás también nuestra más extrema miseria, por qué no. Ser un secreto, una plica que ha de irse "ex-plicando" con el paso del tiempo, aunque, al abrirse, tanto podemos encontrar una maravilla como un desastre. No olvidemos que la caja de Pandora tenía escrito en su fondo inaccesible la palabra Esperanza.
    Ya será algo pasado de moda y hasta cutre, pero ¡qué valor el de las vidas ejemplares! Un buen día nos despertamos con la convicción de que los buenos ejemplos eran de derechas de toda la vida y ahí se fraguó un fracaso cuyos lamentables efectos sufrimos hoy...
    Si alguien me preguntara qué película, entre las miles de ellas que habré visto a lo largo de mi vida, me conmovió hasta las lágrimas de la catarsis, tendría que referirme a una modesta película italiana que se llama "El hombre que no quería ser santo", una película, ¡ahora me entero, 35 años después de haberla visto! dirigida nada más ni nada menos que por el genial Edward Dmytryk y protagonizada por Maximilian Schell. ¡Esto del instinto cinematográfico...!
    Cuando indagué de dónde me salía a mí la veta socialista y solidaria, llegué a la conclusión que, en buena aprte, se debía a una viaja película llamada Emilio y los detectives, basada en la novela homónima de Erich Kaestner, prohibida por filomarxista en la Alenmania de Hitler, por cierto...
    En fin, que me enrollo demasiado. Gracias por tu post, Joselu, que siempre tiene la virtud de volvernos hacia nosotros mismos, en un ejercicio de introspección que a veces, tanto consuelo nos da...

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  7. Mi historia es así.

    Una profesora de literatura me felicita por haber respondido bien la pregunta: ¿Cual es tu crítica personal sobre la Odisea? Me dice que le gustó mucho mi respuesta, y que cree que tengo mucho talento para escribir.

    Yo tenía 13 años. El caso es que le creí. Han pasado 15 años de eso, y ahora la literatura es todo. Escribo esta novela blog:

    www.365novela.blogspot.com

    Celebro los ejercicios vanguardistas con tus alumnos. Sé que más de uno habrá comprendido la posibilidad del ser humano para crear universos. La existencia de un escritor es siempre un pequeño milagro.

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  8. Ahora que mencionas el tema de la junta de evaluación recuerdo que, cuando éramos alumnos, la llamábamos 'Doce hombres sin piedad', como la famosa película del mismo título y que también fue teatralizada.

    Respecto a tu extenso comentario y la naturaleza humana, por muchas variaciones que se puedan dar podemos volver la mirada hacia el Quijote si quieres. Quien lucha y quien se conforma. Quien es feliz con apenas nada porque todo le da igual o quien la tensión de su deseo le hace luchar para cambiar una realidad que le insatisface.


    Pdt.- En referencia a Horacio, a estas alturas de la película el pequeño milagro no es un escritor, el milagro son los lectores.

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  9. Lo confieso: a mí las juntas de evaluación, con ese factor 'peluquería ilustrada' que consiste en cotorrear de modo sonrojante, hacer chistes malos y hablar mal sin medida de gente ausente (rara vez, si alguna, los delegados ejercen su derecho legal a estar ahí), me motivan poco tirando a nada. Como terapia de grupo pueden tener algún valor, y es innegable que alguna información útil circula entre tanto barullo... pero nada compensa esa sensación incómoda de andar pesando almas y corazones, sin una maat fiable que echarse a la boca. No te digo nada si encima se trata de regalar títulos de ESO o de Bachillerato, de tragarse promociones imposibles 'por imperativo legal'. En fin, el menú habitual (quien lo probó, ya sabe dónde están los aseos).

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