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sábado, 24 de diciembre de 2005

Las islas


Se agradece la distancia, se agradecen estos días de asueto, alejado de mis pupilos… No quiero pensar en ellos. Voy a dejar de ser profesor durante unos días y me voy a sumergir en la modorra y el desvarío. No me puedo ir a las Seycheles, ni a Cayo Largo, ni a Buenos Aires, aunque ganas no me faltan. Bailaré un tango con las sombras e imaginaré ceremonias de vudú en Benin o Togo; me acercaré a las pirámides aztecas de Teotihuacan o subiré volcanes en Sumatra; me tumbaré en una playa de Balí o en Tioman, en la costa de Malasia… En esta navidad me iré al Algarve y me levantaré temprano para ir a correr junto a la orilla del mar de invierno… Asustaré a las gaviotas que se espantarán haciendo círculos; me iré a las costas de Kodiak en el golfo de Alaska donde se conservan los osos más grandes del mundo… O dormiré hasta tarde, después de noches de fuego y luna. Pasaré la tarde dormitando después de comerme una paella con vino dorado Gandesa… Jugaremos y haremos fotos que nadie podrá ver… Por la noche cenaremos en una quesería con otra botella de vino de Rioja… Leeremos abrazados una novela de Javier Marías y nos levantaremos a media noche a beber agua y a vaciar la vejiga. Soñaremos con los mares azules del Egeo, con las islas griegas, con las ciudades italianas cubiertas de luz, con las calles peligrosas de Nápoles o Central Park de Nueva York antes del 11-S… Caminaremos sin desfallecer y oiremos jazz en la calle antes de entrar en el MOMA e ir al Planetario donde Woody Allen filmó escenas de alguna película. Llegaremos hasta el barrio chino, alguien te ofrecerá un cigarro y tú no lo despreciaras. Luego te pasarás dos horas canturreando una canción de Marina Rosell: Oh, gavina voladora, que volteges prop del mar… Deambulas por calles y barrios del Downtown. Ves gente de todas las latitudes del mundo. Estás en el centro del universo. Te subes a un pedestal y te imaginas volando sobre los rascacielos como un albatros en día de tormenta… Desciendes suavemente e imaginas los mares del sur. Te sumerges en el mar y ves miriadas del peces de todos los colores entrecruzándose sin confundirse, paseas por templos javaneses y te crees invencible e inmortal. Estas en la cima del mundo. Piensas en las islas. Te gustaría vivir y morir en una isla. Del norte o del sur, te da igual.

Cuando eras niño te pasaste todo un verano leyendo únicamente La isla misteriosa de Julio Verne, una vez detrás de otra, incansablemente, y cada vez era la primera. Cuando lo acababas sentías una terrible pena, pero podías volverlo a comenzar. Era el libro infinito. Nunca se lee como a los trece años. Perder la oportunidad de leer a esa edad es irrecuperable. Sólo algún libro muy de vez en cuando nos recuerda esa sensación única de tener el mundo por descubrir. Leíste a Verne, a Salgari, a Zane Grey, a Richmal Crompton, a Enid Blyton… Tu necesidad de aventura continúa y sueñas con paisajes y playas desconocidas, con novelas donde seas el protagonista, con sueños eróticos, con islas, siempre islas, con ríos cuyo cauce asciendes hasta donde comienza el horror. El río Congo. Allí donde Conrad sitúo El corazón de las tinieblas. Te gustaría escaparte y viajar por el desierto a lomos de un camello, ascender en globo o tirarte en paracaídas. Recuerdas las clavijas de Cotatuero y anhelas volver a ellas aunque ya no te dejen. Eres padre y ya no puedes correr aventuras. Da igual. En esta tarde de espera, furtivamente imaginas todas. Tardes infinitas de lectura o del corazón en el mar o en el aire. Volcanes, simas, cuevas, senderos que se bifurcan, evas que viven en palacios, atardeceres en playas de Thailandia… Todo el universo contenido en un microsegundo. Desvarías y juegas con las sombras.

5 comentarios :

  1. Pleno de vida y de gracia, Joselu. En estas fechas hay también escollos y escombros, pero tu lectura ayuda a sortearlos, a sentirse afortunado por inaugurar este instante. Guarda horas felices, decía el poeta. Mantegámoslas vivas.

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  2. Nos cuesta mucho desconectar del mundo incluso en vacaciones.
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    Pues te puedo asegurar, Eva, que en cuanto me quedo a solas en mi estudio, rodeado de mis libros, mis escritos, mi incienso, mis fichas y mi saco de complejos soy un unplugged total. Necesito exactamente dos metros cuadrados en el viejo corazón de Barcelona, en un barrio-frontera entre la oxidada burguesía venida a menos y la barahúnda genesíaca del lumpen, para saberme y ser otro, ¿mi mejor yo? Otro, en todo caso. Nunca viajo más a gusto que cuando no salgo de mi cuarto.

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  3. Qué bonito relato, viajar es soñar, con el, más que nunca. Y soñar es viajar. Un día nos veremos en Buenos Aires.

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  4. Sería magnífico. No sé si el Buenos Aires que he imaginado se corresponde con el real. Pero necesitaríamos a alguien absolutamente porteño para que nos llevara de aquí para allá.
    Estoy haciendo un curso de elaboración de páginas web que me ocupa la mayor parte del día. Es un fastidio. ¡¡Querría dedicarme a mis blogs!!
    Aquí en Barcelona es San Esteban, una fiesta muy señalada. Entretanto de madrugada, casi, releo Cien años de Soledad. ¡Me falta tiempo! Un abrazo.

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  5. Que nunca nos sobre tiempo, Joselu. Ya veremos en tus blogs los conociemientos que hayas adquirido en el curso, seguro que te viene bien.

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